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lunes, 6 de junio de 2011

Información no conforme con la realidad

     En el libro El club de la miseria. Qué falla en los países más pobres del mundo (2009, Turner Ediciones, Madrid), Paul Collier, en la página 262, hablando de la política comercial de los países ricos y de la Organización Mundial de Comercio (OMC), dice:

     "Los países del club de la misera no cuentan de ningún interés para el resto del mundo, luego sus elevadas restricciones comerciales tampoco importan a nadie".

     Sin embargo, la realidad es que las empresas occidentales están interesadas por vender en los "países del club de la miseria" y les importan "sus elevadas restricciones comerciales". Como botón de muestra, un sólo ejemplo: Haití, un país del club de la miseria.

     Los aranceles de Haití para la entrada de arroz eran elevados, pero, a pesar de lo que indica Paul Collier, la empresa estadounidense, Rice Foods, consideró interesante vender su arroz a Haití, y pidió a Bill Clinton, entonces presidente de Estados Unidos, que hiciera las gestiones necesarias para obligar al gobierno haitiano a bajar sus restricciones comerciales. Como resultado, en 1995, el FMI, podría haber dicho el Banco Mundial o la OMC, porque son tres instituciones que trabajan de forma coordinada: en ningún momento, la política de la OMC contraviene la política del FMI y del Banco Mundial- obligó a Haití a bajar el arancel de importación de arroz hasta el 3 por ciento.

     Inicialmente, las cosas parecieron ir bien: el arroz de Rice Foods, al estar subvencionado por el gobierno estadounidense, era mucho más barato que el producido en Haití (3,8 dólares frente a 5,12 dólares la libra). Pero poco a poco se impuso la realidad, los haitianos empezaron a comprar el arroz que venía de Estados unidos y centenares de pequeños agricultores, arruinados, dejaron el campo y se dirigieron a la atestada y pobre capital, Puerto Príncipe, en busca de la supervivencia. Cuando el terremoto, que tuvo lugar recientemente, arrasó la capital, los agricultores haitianos intentaron volver a sus regiones de origen.

     Con una gran dosis de ironía, Almudena Grande, en una de sus colaboraciones periodísticas, Juan Palomo (EL PAÍS, 25-I-2010), escribió:

     "Sería interesante saber cuántas toneladas de ayuda y equipos de emergencia ha enviado a Puerto Príncipe Rice Foods que se ha hecho de oro a costa de arruinar a los antes mínimamente prósperos agricultores locales obligados a emigrar a la ciudad que acaba de caérseles encima. Es posible que los beneficios le hayan permitido una inversión mayor que la de las ONG que denuncian sus prácticas en nombre del comercio justo".

     Unos meses más tarde, la periodista Soledad Gallego-Díaz escribió un artículo en el que indicaba que el presidente Bill Clinton en su comparecencia ante la Comisión de Relaciones Exteriores del Senado estadounidense para dar cuenta de las gestiones como enviado especial de la ONU para Haití había dicho:

     "Tengo que vivir cada día con las consecuencias de una decisión mía que fue, quizá, buena para algunos granjeros de Arkansas, pero fue un error porque trajo también como resultado la pérdida de capacidad para producir arroz de Haití y, consecuentemente, de su capacidad de alimentar a su pueblo. Fue el resultado de algo que hice yo. Nadie más".

     Conclusión. Para esto, ojalá, los países del club de la miseria no contasen "de ningún interés" para las empresas occidentales.

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