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martes, 28 de junio de 2011

Liberalización. Mercado de capitales

     Junto con la supresión de todas las barreras al comercio, el FMI defendía -sigue defendiendo- la total independencia de los mercados financieros y de capitales, ninguna intervención pública.

     Sin embargo, si la prematura y mal manejada liberalización comercial fue perjudicial para los países subdesarrollados, en muchos sentidos la liberalización de capitales fue, incluso, peor. El objetivo era abrir totalmente las economías de los países subdesarrollados a las inversiones, a los productos y servicios de las multinacionales de las países más industrializados, a fin de satisfacer los deseos de  estos directivos: producir lo que ellos quieran, donde ellos quieran, en las condiciones que ellos definan y con los salarios que ellos fijen.

     Esta liberalización tiene también como finalidad suprimir cualquier obstáculo a la repatriación de los beneficios de las multinacionales implantadas en los países subdesarrollados.  Con una finalidad análoga, existe en el Grupo Banco Mundial el Organismo Multilateral de Garantía de Inversiones (OMGI),  que funciona como una agencia de seguros para proteger los activos de las empresas que invierten en los países en desarrollo frente a los denominados "riesgos no políticos" o "no comerciales", unos de las cuales son las posibles restricciones impuestas a la libre repatriación de beneficios. En nuestro país, uno de los ejemplos lo constituyen los supermercados, grandes multinacionales de la alimentación.

     Esta la eliminación de todos los controles sobre el movimiento de capitales permite a los ricos,  -en este caso, de los países subdesarrollados- deslocalizar sus "capitales" en los países del Norte en lugar de invertirlos en la economía nacional. Mientras el ciudadano de a pie debía enfrentarse a los ajustes que marcaba el FMI y el Banco Mundial, las grandes empresas y la banca seguían aumentado sus beneficios y desviaban miles de millones a paraísos fiscales, evitando pagar a la hacienda estatal.

     Otra cosa. Esta liberalización lleva consigo la eliminación de las regulaciones que pretenden controlar el flujo de dinero caliente hacia -y desde- unos países a otros; en otras palabras, que pretenden limitar la actividad de los especuladores, unos señores capaces de hundir un país en dos minutos, sin mover una pestaña y atendiendo únicamente a su enriquecimiento. Casi nunca se conoce la identidad de los señores que han realizado, en un momento dado, un ataque especulativo; una de las pocas excepciones es la del especulador que atentó contra el Reino Unido y que no pudo evitar hacer pública su heroicidad: llamó a un periodista y le explicó que "había arriesgado 10.000 millones de dólares en contra de la libra y había obtenido 2.000 millones de dólares en beneficio, en una sola jornada". Fue George Soros. (Leído en el Diccionario de la nueva economía de Joaquín Estefanía (2001, Círculo de Lectores, Barcelona).

   

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