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miércoles, 26 de octubre de 2011

Algunos comportamientos dignos de imitación

     "La ocultación de la verdad, como forma de gobierno, es una práctica generalizada en Europa y en el mundo", escribe Manuel Castells, el sociólogo citado al hablar de "los mercados". Según él, en una situación como la que estamos viviendo, es irresponsable "no hablar alto, claro, sin tecnicismos innecesarios, y plantear opciones" -porque las hay- "sus costos, sus consecuencias, a quienes perjudican y a quienes benefician. Y dejar en último término que decidamos nosotros".

     Sin embargo, a pesar de la gravedad de la situación, nadie explicó las posibles soluciones, ninguno de los gobiernos democráticos consultó a los ciudadanos. Alguien decidió por nosotros ayudar a quienes, en realidad, habían provocado el problema, utilizando para ello nuestro dinero, y nadie explicó consecuencias de esa decisión,  a pesar de que ese rescate parecía más bien un premio para los culpables. Esas consecuencias las empezamos a vivir más tarde: por falta de crédito empezaron a caer pequeñas y medianas empresas y a despedir trabajadores las grandes; el Estado, para poder pagar las deudas, tuvo que pedir dinero prestado -en muchos casos a las instituciones irresponsables; y llegamos a la receta que siempre ha decretado el mundo del dinero y el poder, concretamente  el  Fondo Monetario Internacional: cortar el gasto público en todos los servicios esenciales de la vida de los ciudadanos: no en el gasto en armamento -no esencial-, pero sí en salud, educación, cobertura social, seguro de paro y demás conquistas sociales. Un regalo para las grandes multinacionales que llevan unos años esperando hacerse cargo de esos servicios, es lo que se ha llamado "gangrena" o "mercantilización de la realidad".

      Independientemente de la receta o recetas del Fondo Monetario Internacional, es importante la manera cómo todo ello contribuye a la muerte lenta de la democracia, y en la necesidad de intentar compaginar ética y economía.

     Resulta inevitable recordar lo sucedido en Islandia. Manuel Castells explica que tras meses de movimiento social, un referendum sobre las políticas de crisis llevó a la regulación financiera, al despido y encausamiento de los políticos culpables de la crisis y al impago de las deudas bancarias. Y se arregló la cosa para a gente.

    Otro recuerdo lleva a un país africano, Botsuana. Cuando se independizó de Gran Bretaña, Botsuana era uno de los países más pobres, sin embargo, gracias a sus gobernantes (verdadera democracia), sin ayuda del Banco Mundial ni del Fondo Monetario Internacional se ha convertido, según Wikipedia, en una de las economías de más rápido crecimiento en el mundo. ¿Acaso, en Occidente, los seres humanos son menos inteligentes y sensatos que los habitantes de Botsuana?

3 comentarios:

Lorenzo Garrido dijo...

Gran artículo. Y aún cabe añadir que no están eliminando lentamente las democracias, sino de forma rápida y brutal. En tan solo un par de años, ¿qué ha quedado de aquellas conquistas sociales? El rótulo y los sueldos de los ministros incompetentes.

Óscar Gartei dijo...

El caso de Islandia lo pongo siempre como ejemplo, porque sin ser a lo mejor la solución definitiva, es una dirección de actuación adecuada. Encarcelar a los responsables de los atropellos, dar un golpe sobre la mesa y recuperar el poder político... Las democracias de la vieja Europa son meras funciones de teatro, en las que un gran dragón (instituido como banco), se zampa a todo un batallón de ciudadanos. Sus fauces de cartón oprimen como el metal. El dinero de nuestro bolsillos alimenta su llamarada.

Vicky Moreno dijo...

Completa lección de buen análisis, bien explicado. Gracias.