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sábado, 19 de noviembre de 2011

Agricultura para el Tercer Mundo. Posibilidades

     Después de analizar los factores económicos y culturales relacionados con la agricultura del Tercer Mundo, es inevitable llegar a la conclusión de que el tipo de agricultura que necesitan los países subdesarrollados para conseguir la soberanía alimentaria y dejar atrás los episodios de hambrunas, es la que, en Occidente, llamamos agricultura ecológica.

     En un principio, parece que no debía de haber ningún inconveniente en ello, pero hasta que no cambie la dinámica de nuestro actual sistema económico -la política del Banco Mundial, del Fondo Económico Internacional (FMI) y de la Organización Mundial de Comercio (OMC)-, todo intento de que los países pobres puedan alcanzar la soberanía alimentaria, es decir, puedan cultivar los alimentos que necesitan, es una quimera.

     Primero, el Banco Mundial y el FMI -antes de que entrase en vigor la OMC- aconsejaba (en la práctica, más que un consejo era una imposición) a los países en desarrollo el abandono de las políticas "comida antes que nada" a favor de políticas "exportaciones antes que nada"; indicaba a los gobiernos de los países del Sur que no debían preocuparse por cultivar alimentos para la población, pues lo importante -decía- no era eso, sino, que, mediante la exportación de aquellas cosas que pudieran demandar los países ricos, tener dinero para comprar los alimentos que necesitasen.   Y así fue cómo donde antes se sembraba comida se empezaron a cultivar productos destinados al consumo del Norte.

     Y así fue cómo se impuso un modelo agrario de producción, cuya receta única es la transformación de los sistemas agrarios familiares, de orientación comunitaria y autodependientes, a sistemas de producción y distribución comerciales, subordinados a grandes empresas multinacionales. Grandes empresas suministran al mismo tiempo, los pesticidas y las que llaman "semillas mejoradas"; y grandes empresas se encargan de la  comercialización de los productos obtenidos, sin que quede ningún dinero para adquirir los alimentos que necesita la población, pues el Órgano Multilateral de Garantía de Inversiones (del Banco Mundial) castiga a los países que ponen trabas a la salida al exterior de los beneficios de la empresas en ellos ubicadas.

     Y así fue cómo se expulsó del campo a miles de familias que debían buscar su subsistencia en las ciudades o quedarse en el campo como jornaleros.

     Y así fue cómo los precios de los alimentos básicos se establecen en la Bolsa de Chicago, donde inversores y especuladores se enriquecen a costa de seres humanos. (Como decía un filósofo, cuyo nombre no recuerdo en este momento, no se puede decir que estos inversores y especuladores pertenezcan al género humano, puesto que, salvo su configuración exterior, no tienen ninguna de las características definitorias de los seres humanos).

     Y así fue cómo, ahora, se ha iniciado -aún no ha terminado- el proceso de "apropiación de tierras"; y los países der Tercer Mundo se están quedando sin terreno donde cultivar los alimentos que necesitan.

     A todo esto no es ajena la OMC, que bajó los alimentos a la categoría de simples mercancías e incluyó en sus estatutos el Acuerdo sobre Agricultura, cuyos objetivos de liberalización nunca han sido cumplidos por los países ricos, pero han sido de obligado cumplimento para el resto de los países.

     En 1996, el Secretario de Agricultura de Estados Unidos dijo: "Mi país no puede reconocer el derecho a la alimentación porque semejante pretensión va en contra del derecho al comercio". Sin duda, este señor no se había enterado de que, en 1948, se proclamó la Declaración universal de los Derechos Humanos, según la cual  "toda persona tiene derecho a (...), y en especial la alimentación

3 comentarios:

Diego Escribano dijo...

Muy interesante.
Ojalá en no mucho tiempo podamos vivir el día en el que el derecho a la alimentación sea real para el conjunto de la humanidad.

Arcadio R.C. dijo...

Has escrito un excelente artículo y es difícil no estar de acuerdo con lo que planteas porque son argumentos contundentes y bien trabados, sin embargo, te haré alguna observación. No estoy en contra de la agricultura llamada ecológica ni muchísimo menos, pero entiendo que la manipulación genética y otros procesos científicos constituyen un progreso enorme. Rechazarlos porque los utilizan empresas capitalistas que buscan sólo su beneficio sería tan equivocado como rechazar medicamentos porque los fabrican laboratorios cuya última finalidad es también el beneficio económico. Objetar el sistema de explotación capitalista no tiene por qué incluir el rechazo del progreso técnico y científico. Sé que no es esa tu intención, pero creo que es bueno insistir en ello.
Gracias, un saludo.

Juliana Luisa dijo...

Estoy de acuerdo con los dos.
En cuanto a los transgénicos, que indica Arcadio, es un tema del que creo conveniente hablar, pero estaba esperando a resolver algunas dudas que tengo.
Muchas gracias a los dos. Un saludo