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martes, 31 de enero de 2012

Empatía y culturas

     Experimentos realizados en 1996 han puesto de manifiesto la existencia en nuestros cerebros -y de otros animales- de las que se han llamado "neuronas espejo". Cuando uno percibe el dolor de los otros se movilizan automáticamente los mismos circuitos neuronales afectivos que cuando se siente el mismo dolor. Es lo que se entiende por "empatía".  El destacado neurocientífico Marco Iacoboni indica que los estudios relacionados con las neuronas espejo revelan que los seres humanos somos empáticos por naturaleza.

     Si somos seres empáticos, ¿cómo se explica nuestro actual comportamiento? La explicación se encuentra en un cuerpo de pruebas empíricas impresionantes que revelan que sentimientos morales como la empatía, preceden a la evolución de la cultura.

     Desde el punto de vista evolutivo, la empatía es el punto de vista original del cual emanaron la cultura y el lenguaje. A lo largo del tiempo, la cultura filtra e influye en el modo en el que la empatía evoluciona y se expresa.  Cuando existe una manipulación de la élite, consciente y masiva, se vuelve cada vez más difícil que se haga patente nuestra naturaleza humana.

     Y las culturas rara vez son fenómenos neutros e inocentes. Determinados aspectos de la cultura pueden funcionar como instrumentos de poder social y dominio social a través del adoctrinamiento ideológico. De modo sutil, pero activo, se pueden determinar las normas culturales que conviene que prevalezcan en la sociedad. Este control consesuado se logra a través de los medios de comunicación de masas, la educación, la religión y la cultura popular, hasta un punto en que las clases subordinadas asimilan ciertas ideas como "sentido común".

     El ansia depredadora, la crueldad, la barbarie, etc. son aspectos de nuestra naturaleza, que tienen sus orígenes evolutivos y sus correlatos neuronales. Desde hace tiempo denominamos "humanización" al proceso de aumento de la empatía. La cuestión está en determinar qué factores van a hacer que prevalezca uno u otro aspecto de nuestra naturaleza. Y este análisis nos lleva a la conclusión de que nuestra cultura, quiero decir, nuestro actual sistema económico-social, dificulta  y obstaculiza las oportunidades de que florezca el aspecto empático. Nuestro sistema económico-social pretende desconocer que somos seres empáticos, desde el momento en que nos asimila a máquinas de calcular.  

     Pero, sin embargo, es posible cambiar nuestras normas culturales, de hecho se está haciendo por muy distintos grupos, convencidos de que los orígenes evolutivos y biológicos de la empatía aportan pruebas empíricas sólidas -no se trata de pensamientos ilusorios, ni siquiera inferencias lógicas- a favor de la construcción de unas sociedades muchísimo mejores.

domingo, 29 de enero de 2012

Todos los caminos llevan a Roma

     Según en artículo publicado en la Revista Digital Orden Espontáneo de octubre de 2009, firmado por Peter Boettkte, subdirector del Centro de Política Económica James M. Buchanan y profesor de Economía de la universidad estadounidense George Mason, "la investigación de Elinor Ostrom nos abre una ventana hacia un diverso mundo de asociaciones que no encajan perfectamente en las categorías de "mercado" o "Estado", pero aún así son esenciales para la cooperación social próspera y pacífica".

     Al mismo tiempo, Jeremy Rifkin, en su libro El fin del trabajo. Nuevas tecnologías contra puestos de trabajo: el nacimiento de una nueva era, señala que la solución al problema social de pérdida de puestos de trabajo, debido a las Tecnologías de la Información y de la Comunicación, descansa en variadas asociaciones "voluntarias", que no encajan en las categorías "mercado" o "Estado", pero que "aún así son necesarias para la cooperación social próspera y pacífica". Rifkin denomina tercer sector al conjunto de estas asociaciones. De forma que los pilares sobre los que se apoyará la sociedad serán "el sector público", el "sector privado" y el "tercer sector o del voluntariado".

     Los pescadores de la Fundación Lonxanet no solo están gestionando un recurso cada vez más escaso, la pesca, sino que, al mismo tiempo, están resolviendo el problema del paro a que estaban abocados por distintas razones de mercado.

     En la página 279 del libro citado, Rifkin indica:

     "Para muchas personas sería difícil imaginar una sociedad en la que el mercado y los gobiernos jugasen un papel menos importante en los asuntos cotidianos. Estas dos fuerzas institucionales han llegado a dominar tanto cada aspecto de nuestra vida que olvidamos el papel tan limitado que tenían en nuestra sociedad (se refiere a la sociedad estadounidense) hace un centenar de años. Después de todo, las naciones-Estado y las empresas son criaturas de la era industrial". ¿Es posible pensar que algo análogo sucedió en el pasado con el establecimiento de las sociedades democráticas? ¿Fue difícil aceptar que los ciudadanos podían participar en la vida pública de su país?

     Rifkin recuerda (pág. 282) que el tercer sector está asumiendo "tareas y realizando servicios que los otros dos (mercado y Estado) son incapaces o no desean realizar, y a menudo, actúan como defensores de grupos y organizaciones cuyos intereses fueron ignorados por las fuerzas del mercado o rechazados en los consejos de gobierno". (Para ver hasta qué punto esta opinión de Rifkin coincide con la realidad, basta examinar los proyectos patrocinados por Ashoka)

     Según Rifkin (pág. 278) ahora que "en casi todas las naciones industriales del mundo, los gobiernos centrales reducen su tamaño y eliminan partes de sus responsabilidades tradicionales, perdiendo importancia frente a las multinacionales y poder para seguir garantizando el bienestar de sus propios ciudadanos", es necesario que un tercer sector juegue un papel cada vez más importante.

    Como indiqué el 27 de agosto, "el siglo XXI será el siglo de la sociedad civil o no será".  (La frase no es mía)

jueves, 26 de enero de 2012

Elinor Ostrom

     Mientras que el "modelo" de la elección racional  no ha sido avalado por ningún estudio serio, el "modelo" de la elección pública, defendido por Elinor Ostrom, se basa en concienzudos estudios.

     Se considera que Ostrom es una de las estudiosas más destacadas en el área de los recursos compartidos o bienes comunes, en particular, respecto a cómo los seres humanos interactúan a fin de mantener a largo plazo los niveles de producción de recursos comunes, tales como bosques y recursos hidrológicos, áreas de pastizales, etc.  

     El trabajo de Ostrom es humanista y científico. Esta profesora quiso entender cómo funcionaban las sociedades humanas en toda su variedad; para ello se acercó personalmente al objeto de estudio, desde el gobierno local en California a sistemas de irrigación en Nepal y todo lo que hay en medio.  Si se le quita el lenguaje académico, se traduce en un programa de investigación que comienza con los seres humanos, sus propósitos y planes, y acaba con la búsqueda de soluciones voluntarias a difíciles problemas sociales a través de normas, convenciones y reglas".

     Demostrada la imposibilidad de mantener los recursos si las personas responden al "modelo" de la elección  racional  o mediante la gestión por los gobiernos, Elinor Ostrom ha demostrado -a través del estudio de diversas sociedades que han preservado los recursos comunes y evitado el colapso ecológico- que "los grupos descentralizados pueden desarrollar varios sistemas de reglas que permitan hacer surgir la cooperación social a través de la asociación voluntaria" y llevar a cabo una adecuada gestión de los recursos.

     Responde a este modelo la  Fundación Lonxanet, apoyada por Ashoka: los pescadores han pasado  de ser meros recolectores de pescado a "gestores del medio ambiente marino"  que buscan una mayor eficiencia de los recursos marinos, al mismo tiempo que garantizan su sostenibilidad.

     (NOTA. He sabido de la existencia y teoría de Elinor Ostrom a través del libro de Thomas Homer-Dixon. Como no he sido capaz de encontrar bibliografía en español, todo lo anterior está extraído de diversos artículos encontrados al buscar en Google "Elinor Ostrom" o "bienes comunes")

martes, 24 de enero de 2012

La "Tragedia de los comunes"

     Ya he comentado, cómo, según la teoría de la elección racional, la única forma de preservar los recursos naturales -bienes comunes de la humanidad- es privatizándolos y poniéndoles un precio tanto más elevado cuanto más escaso sea el recurso.

     El biólogo Garrett Hardin publicó, en 1968, un artículo,  Tragedia de los comunes, en el que se presentaba a los usuarios de recursos, bienes comunes, como impotentes perpretadores de su destrucción, precisamente porque se comportaban como máquinas de calcular.  El argumento de la Tragedia de los comunes es el siguiente: Un pastizal, que no pertenece a nadie ni es gestionado por una unidad gubernamental,  es compartido por una serie de pastores. Respondiendo al "modelo" de elección racional, es decir, comportándose como una máquina de calcular, cada pastor buscará maximizar su ganancia e irá aumentando el número de cabezas de ganado que lleva a al pastizal. Ello llevará a la total degradación del pastizal, que desaparecerá como tal. Una tragedia. (Considero interesante recordar que la Organización Mundial de Comercio (OMC) inició sus actividades en 1945).

     Partiendo de esta especie de fábula, Garrett afirmó que es completamente imposible para las personas manejar recursos compartidos -bienes comunes-, pues "invariablemente alguien va a dejar que sus ovejas pasten abusivamente".

     Tradicionalmente, los economistas han considerado que mantener los recursos naturales requiere o bien la intervención estatal (convertirlos en bienes públicos) o bien el interés privado individual (pasan a convertirse en mercancías).Se ha demostrado que ninguno de esos procedimientos son capaces de asegurar un uso continuado de los recursos comunes sin que pierdan sus  características. Sin embargo, como indica Thomas Homer-Dixon, Elinor Ostrom ha puesto de manifiesto que existe una alternativa, es decir, una forma distinta de conservar los recursos comunes y evitar el colapso ecológico.

     Conviene indicar que Elinor Ostrom es la primera mujer que obtuvo un Premio Nobel de Economía. El Premio Nobel de Economía de 2009 fue concedido a los doctores Elinor Ostrom y Oliver E. Williasom por sus investigaciones sobre el gobierno de la economía. En el caso de la doctora Elinor Ostrom, el premio le fue otorgado por su enorme aporte sobre los bienes comunes a nivel internacional. La Real Academia de las Ciencias de Suecia afirmó que el trabajo de Elinor Ostrom demostraba cómo los bienes comunes -el agua es uno de los más importantes- pueden ser "administrados de forma efectiva por un grupo de usuarios".

     El mensaje de esta profesora es optimista: cree en el poder del auto-gobierno para salir con éxito incluso en situaciones difíciles.  Según ella, a través de varias asociaciones voluntarias, los grupos humanos son capaces de transformar el uso común de los recursos de una "tragedia de los comunes"  a una "oportunidad de los comunes".  Su propuesta es conocida como "elección pública".

     Dada la situación en que nos encontramos, no sólo es interesante, sino urgente conocer en qué investigaciones de campo se ha basado Elinor Ostrom para elaborar la teoría -o "modelo"- de elección pública y en qué consiste exactamente, más aún cuando atiende a las potencialidades que encierra el ser humano, no tenidas en cuenta ni por los mercados ni  por los gobiernos.

sábado, 21 de enero de 2012

"Modelo" alternativo

     ¿Es el "modelo" de la elección racional el único posible?  ¿Estamos condenados a comportarnos como máquinas calculadoras? Si la contestación a esa última pregunta es afirmativa, "apaga y vámonos", porque hemos llegado a una situación verdaderamente insostenible a nivel nacional y a nivel internacional.

     Homer-Dixon cuenta que asistió a una conferencia en la que Elinor Ostrom, "una politóloga de asombrosa plenitud y sutileza", "sintetizaba los resultados de la investigación de decenas de subcampos de la ciencia política, la economía, la psicología evolucionista y otras". Según él, Elinor Ostrom comenzó su conferencia "sosteniendo que el modelo de elección racional que ha dominado la ciencia política en los años recientes no logra explicar tipos clave de conducta social".

     Más tarde, Homer-Dixon confiesa que "escuchando la presentación de Elinor Ostrom, descubrió que su "modelo" le ayudaba a "encajar muchas de las piezas del rompecabezas del ingenio que había reunido" en su "estudio sobre la evolución cerebral y la psicología humanas".

    El "modelo" presentado por Ostrom "se  basaba en la idea de que los antiguos homínidos desarrollaron una inteligencia social especializada que está exquisitamente adaptada para interpretar y mejorar relaciones complejas. Incorporaba teorías avanzadas sobre evolución cultural y, quizás lo más importante, ofrecía la posibilidad de trasladar la ciencia política más allá de la concepción cruda y desnuda de la racionalidad humana -fría, instrumental y distante- que ha dominado la disciplina durante años". (Son palabras de Homer-Dixon, libro mencionado, página 325)

     En su "modelo", Ostrom integra emoción y razón, proporcionándonos "una comprensión infinitamente más rica de la inteligencia humana y la toma de decisiones".

     Merece la pena -es urgente y necesario- estudiar la teoría de Elinor Ostrom, entre otras razones, porque un sistema económico-social que se basa en la idea de que el ser humano solo sabe comportarse como una máquina de calcular es una ofensa a su inteligencia y, desde este punto de vista, debe ser rechazado.

jueves, 19 de enero de 2012

La Organización Mundial de Comercio y el "modelo" de elección racional

     Nuestro actual sistema económico-social funciona suponiendo que los seres humanos respondemos al "modelo" de elección racional, es decir, somos como las máquinas calculadoras. Siguiendo este esquema, la Organización Mundial de Comercio (OMC) ha convertido en mercancías todas las actividades humanas, es decir ha procedido a la mercantilización de la realidad.

     - Mediante el Acuerdo General sobre el Comercio de Servicios (AGCS) ha privatizado -en la Unión Europea, habría que decir que, aprovechando la crisis, ha empezado a privatizar- todos los servicios públicos: desde las obras públicas y los transportes hasta la salud, la comunicación, el medio ambiente (incluida el agua), la cultura y la educación.

     - Con el Acuerdo sobre los Derechos de Propiedad Intelectual relacionados con el Comercio (ADPIC), la OMC  ha convertido en mercancía el conocimiento. El conocimiento ya no pertenece a la humanidad, sino solo a quienes -aunque sea a través del robo- poseen la patente. Jeans Ziegler, en su libro El imperio de la... vergüenza, (pág. 238) cuenta que en Suiza los bebés con dificultades respiratorias se trataban tradicionalmente por medio de un gas que se encontraba en la naturaleza; el tratamiento costaba 100 euros. Sin embargo, en 2004 una empresa multinacional se hizo con la patente de ese gas. A partir de ese momento, en las clínicas pediátricas suizas, los tratamientos a bebés que sufren dificultades respiratorios cuestan una media de 20.000 euros.

     - El Acuerdo sobre Agricultura olvida que todas las personas tienen derecho a la alimentación, y que, por lo tanto, la prioridad de cualquier gobierno es conseguir una -al menos, mínima-  soberanía alimentaria.

     La OMC, lo mismo que el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial,   sin duda, ignora lo que decía el poeta español, Antonio Machado, acerca de que no hay que confundir "valor" y "precio".

     Un periodista aprovechó la circunstancia de que John Sulston, premio Nobel de Medicina 2002, daba una conferencia en la Universidad de Navarra, para hacerle unas preguntas. Puesto que Sulston fue una de los principales responsables científicos del Proyecto Genoma Humano público, una de las preguntas se refería a las consecuencias que, a su juicio, se habrían derivado de haber sido desarrollado este proyecto por el sector privado. Sulston indicó las razones por las cuales "eso hubiera obstaculizado enormemente la investigación".  Otra pregunta se se refería a si añoraba los años sesenta. En su contestación dijo:

     "... El comportamiento de las grandes empresas y la consideración por parte de la OMC de actividades y productos de no mercado han 'contaminado' el comportamiento de las personas y sociedades (...) desde los sesenta la balanza se ha inclinado demasiado hacia el sector privado; los impuestos a las empresas se han reducido drásticamente, y la gente es estimulada desde muy joven a ganar todo el dinero posible..". (La entrevista fue publicada en EL PAIS el 4 de octubre de 2003).

   

martes, 17 de enero de 2012

El "modelo" de la elección racional

    ¿Por qué creen los optimistas económicos que, cuando un recurso escasea, la solución está en ponerle un precio?

     Un recurso renovable, pero imprescindible y escaso, es el agua. Nadie mejor que Arundhati Roy, licenciada en Arquitectura en la Delhi School of Arquichecture y autora de la novela El dios de las pequeñas cosas, acreedora del Booker Prize 1997, el galardón literario más prestigioso para obras escritas en inglés, para contar lo que sucedió en el Segundo Foro Mundial del Agua, celebrado en La Habana los días 17 a 22 de marzo de del año 2002. En uno de sus ensayos El algebra de la justicia infinita (pág. 144-145, Ed. Anagrama, 2002) Arundhati Roy cuenta:

     "Tres mil quinientos banqueros, hombre de negocio y altos funcionarios, asesores políticos, ingenieros y economistas y a fin de demostrar que los del 'otro lado' también estaban presentes- unos cuantos activistas, grupos de coros y danzas pertenecientes a diversas culturas tribales, conjuntos de teatro callejero más bien paupérrimos y media docena de chicas con disfraces hinchables que representaban grifos plateados se congregaron en La Habana para discutir el futuro del agua en el mundo.  Todos los discursos estaban llenos de frases rimbombantes como 'liberalización de la mujer', 'participación popular' y profundización de la democracia'.  Sin embargo, pronto resultó evidente que el verdadero propósito del Foro era hacer presión en pro de la  privatización del agua.  Hubo numerosas propuestas santurronas en el sentido de hacer el acceso al agua potable un 'derecho humano básico'. Lo primero que a todo el mundo se le ocurriría preguntar es cuál es el mejor modo de conseguirlo, ¿verdad?  Pues es muy sencillo. Poniéndole al agua un precio acorde con las leyes de mercado, vendiéndola a su 'verdadero' precio. (No es ningún secreto que el agua es un bien cada vez más escaso. En la actualidad, hay en el mundo más de mil millones de personas que no disponen de agua potable). Y el mercado decreta que, cuando más escaso es un bien, más elevado ha de ser su precio. Nadie valora más el agua que una mujer campesina que tiene que andar varios kilómetros para poder llenar un cántaro. Nadie la valora menos que habitantes de las ciudades, que pagan para que fluya indefinidamente con solo abrir un  grifo.

     Así pues, aquellos discursos que relacionaban los derechos humanos con el precio 'verdadero' del agua eran un tanto desconcertantes. Al  principio, no entendía adónde querían ir a parar.  ¿Creían los ponentes que los derechos humanos son para los ricos, que solo los ricos son humanos, o que todos los humanos son ricos."

     Ahora, vuelvo a la pregunta que dio origen a esta descripción: ¿por qué los optimistas económicos -guía de instituciones como la Organización Mundial de Comercio (OMC), el Banco Mundial- creen que, cuando un recurso escasea, la solución es ponerle un precio?  Thomas Homer-Dixon indica que ello se debe a que los optimistas económicos consideran a las personas como máquinas calculadoras, "modelo" -en la terminología de las ciencias sociales- de la elección racional.

     ¿Se puede considerar humano, es decir, acorde con las características de la especie humana, un sistema económico y social que considera que las personas son como máquinas de calcular? Desde luego, no. Por eso, se califica de injusto e inhumano, y por eso se considera urgente su cambio por un sistema basado en un paradigma diferente: el desarrollo humano, en lugar del crecimiento económico.

sábado, 14 de enero de 2012

Inteligencia y sabiduría

    En estos momentos en que nuestros conocimientos científicos y tecnológicos aumentan exponencialmente, sin que hayamos conseguido que todos los seres humanos puedan vivir con la dignidad que, como tales, se merecen, considero necesario distinguir entre inteligencia y sabiduría.

     La ciencia es el resultado inevitable de la curiosidad, insaciable curiosidad, del ser humano. Por otra parte, se denomina técnica a la aplicación práctica de la ciencia; un paso necesario para que la ciencia, además de satisfacer la curiosidad, sirva para mejorar la vida del ser humano. Es en este paso de la ciencia a la técnica donde es necesario hacer uso de la sabiduría; no es sabio convertir en realidad todo aquello que sea posible científicamente. Para la inteligencia humana son posibles muchas cosas, algunas de las cuales la sabiduría puede aconsejar no hacer realidad. En otras palabras, la ciencia distingue entre los posible y lo imposible, mientras que la sabiduría debe distinguir entre lo sensato y lo insensato.

     Sin embargo, nuestro actual sistema económico y social ha convertido -en una proporción nunca vista hasta ahora- a la ciencia en lo que la técnica ha sido siempre, es decir, en una parte indispensable de la economía, es decir, que su desarrollo vaya unido a la búsqueda de ganancias económicas. La interacción entre ciencia y técnica es, ahora, tan fuerte y penetrante que, incluso, se ha acuñado un nuevo término, "tecnociencia".

     En una época en la que los gobiernos buscan afanosamente ceder responsabilidades y, sobre todo, gastos, la idea de Universidad como centro de libre transmisión de saber, está cambiando: están desapareciendo esos, antes, paraísos públicos de la "ciencia por sí misma".

     Se intenta que afluya hacia las universidades y centros de investigación dinero privado. Pero cuando esos dineros llegan, las empresas que los invierten (porque de una inversión se trata) pretenden, legítimamente, retornos en forma de conocimientos que no circulen libremente y, sobre todo, de técnicas que les proporcionen los máximos beneficios económicos en el menor tiempo posible. La "ciencia pública" ya no es, en realidad, pública, porque está subvencionada por empresas que, después, se consideran poseedoras de los resultados obtenidos.

     El centro de gravedad del desarrollo científico se ha ido desplazado, cada vez más, a la esfera industrial, de forma que, ahora, la ciencia y la técnica están controladas, en un parte muy importante, por los grandes empresas industriales. Al desplazamiento anterior hay que añadir que, debido a los grandes presupuestos que manejan, hay grandes empresas que tienen sus propios laboratorios de investigación y desarrollo.

     El nacimiento de la tecnociencia es algo realmente peligroso, no sólo porque la falta de circulación libre de conocimientos dificulta el avance científico, sino porque la sabiduría es incompatible con una exagerada codicia y, también, porque las aplicaciones técnicas no se dirigen a la mejora de la vida del ser humano.  Los ejemplos son muy numerosos, uno podría ser el de las energías renovables; son posibles, pero, si no cambia el sistema y los gobiernos recuperan sus obligaciones- solo se harán realidad las que no impidan que  las correspondientes empresas tengan el control que ahora tienen sobre el consumo energético.  

jueves, 12 de enero de 2012

Falacia

     En relación con la tesis defendida por los "optimistas económicos", Thomas Homer-Dixon escribe en su libro El vacío del ingenio (pág. 264):    

      "La creencia en la ilimitada capacidad de sustitución de los recursos, en la primacía de las instituciones políticas y económicas y en (...) sus mercados modernos suelen combinarse para producir lo que suelo denominar orgullo desmedido. (...) En los próximos cien años creo que llegará a considerarse una de las mayores falacias de nuestra época".

     El diccionario de la Real Academia Española, dice que falacia es un "engaño o mentira con que se intenta dañar a otro" (1ª acep.) o "hábito de emplear falsedades en daño ajeno" (2ª acep.)

     Si es ilimitada la capacidad de sustitución de los recursos naturales, ¿por qué los países ricos, teóricamente, con más conocimientos que los países pobres, no empiezan ya la sustitución de los recursos que no tenemos en nuestro territorio, por otros que cumplan la misma función? Por ejemplo, ¿por qué, sabiendo los problemas que plantea el comercio de diamantes, no fabricamos y ponemos de moda otras piedras igualmente bellas? o ¿por qué no fabricamos nuestros teléfonos móviles, ordenadores, consolas de videojuegos e, incluso, detectores de humo y automóviles sin tener que emplear tántalo, un elemento que se obtiene del coltan, en gran proporción extraído de minas existentes en el Congo? (La extracción de ambos recursos está relacionada con guerras, muertes y trabajo infantil o en régimen de esclavitud).

     Homer-Dixon se queja de que los optimistas económicos no distingan entre recursos no renovables (los diamantes, el coltan,...) y recursos renovables (el agua, el aire, los océanos, ...), consideramos como bienes comunes de la humanidad y caracterizados por un complejo comportamiento aún no bien conocido.

     Los optimistas económicos indican que cuando un recurso escasea, la solución está en ponerle un precio. ¿No tendrán derecho a beber quienes no tengan dinero? Y en cuanto al precio, ¿se tendrán en cuenta lo que los economistas llaman externalidades negativas? Ahora no son tenidas en cuenta.  Por ejemplo, en la extracción de petróleo, no se tienen en cuenta los daños a personas que no participan directamente en su compra o venta.  Cuando una empresa se instala en un país donde no existen o se pueden soslayar las leyes medioambientales rigen en su país de procedencia ¿se tiene en cuenta que, aunque no exista ninguna ley, el aire y el agua son bienes comunes de la humanidad?  La Organización Mundial de Comercio (OMC)  obliga a muchas cosas, todas en favor de las empresas multinacionales, pero ninguna a favor de los bienes comunes de la humanidad.

     La solución no está en los mercados, ni en las instituciones políticas y económicas que los optimistas económicos defienden; estas instituciones son, en realidad, las causantes de la gangrena que sufre la humanidad.

     En una ocasión, preguntaron a Eduard Carbonell, catedrático de Prehistoria, codirector del yacimiento de Atapuerca y Premio Príncipe de Asturias:

     "¿De qué depende nuestra supervivencia?".

     "¿De que tengamos conciencia de especie?"  fue su contestación.

     Tener conciencia de especie es lo único que puede acelerar el proceso de humanización, algo, en estos momentos, realmente urgente.   Tanto se ha retrocedido que se están perdiendo características, como empatía y la solidaridad, que manifestamos al nacer, que en el pasado nos han salvado de muchos peligros y que nos han permitido llegar hasta donde estamos.

lunes, 9 de enero de 2012

Optimistas económicos

     Thomas Homer-Dixon, director del Centre for the Study of Peace and Conflict de la Universidad de Toronto y Profesor Asociado de la misma Universidad, en su libro El vacío de ingenio (2001), se pregunta si seremos capaces de generar ideas con suficiente rapidez para hacer frente a los problemas -sociales, medioambientales y técnicos- que hemos creado.

     En relación con los temas medioambientales y el hecho incuestionable de que la Tierra constituye un sistema cerrado, Thomas Homer-Dixon señala -en el capítulo 8- que, mientras los biólogos y científicos que trabajan en áreas afines declaran que los recursos naturales son finitos y suponen un límite superior a nuestro crecimiento económico, se encuentran personas -los optimistas económicos- cuya opinión es que no existe tal limitación, pues el ingenio y la iniciativa humanas pueden resolver los problemas que surjan y que, después del necesario ajuste, nos dejarán mejor que antes de que surgiera el problema.

     A diferencia de la primera corriente de pensamiento, que prevalece en los medios de comunicación de masas y los movimientos ecologistas, la defendida por los optimistas económicos guía a la Organización Mundial de Comercio (OMC), al Banco Mundial y a otros organismos de desarrollo y aparece en influyentes libros, periódicos y revistas de orientación empresarial.

     Aunque estas personas suelen aceptar que la escasez severa paralizó a algunas sociedades preindustriales, sostienen que los factores limitadores en estos casos fueron, en realidad, el conocimiento y las instituciones inadecuadas. Según estas personas, la escasez de recursos no es problema de consumo en un mundo de recursos finito, sino del fallo de las instituciones y políticas económicas. En particular -dicen- hay escasez grave cuando los gobiernos no han establecido los mecanismos de mercado que aseguren que los precios de los recursos reflejan todos los costes de su uso.

     Esta afirmación resulta inexplicable e incoherente con la forma cómo han actuado -y siguen actuando- quienes la defienden. Por ejemplo, en ninguno de los proyectos del Banco Mundial se ha tenido en cuenta la posibilidad de minimizar los daños ambientales y, desde luego, nunca ha dado opción a los gobiernos afectados a establecer "los mecanismos de mercado que aseguren que los precios de los recursos" reflejasen "todos los costes de su uso". En cuanto a los mercados, todos ellos, sean de bienes, de servicios o de capitales, están funcionando sin ningún tipo de regulación, de acuerdo con la afirmación de Grover Norquist,  portavoz de los intereses de las grandes empresas: "No quiero abolir los gobiernos. Solo quiero reducirles a un tamaño que permita arrastrarlos al cuarto de baño y ahogarlos en la bañera". En esa situación, únicamente un gobierno democrático con una fuerte e insistente población activa podría establecer los mecanismos necesarios para evitar la escasez de recursos.

     Es un problema -no solo medioambiental sino también social y técnico- para cuya solución, como dice Thomas Homer-Dixon, la humanidad necesita mucho y rápido "ingenio". Rápido porque los países pobres, no por su culpa, son los más necesitados de soluciones.

sábado, 7 de enero de 2012

Economía y medio ambiente

     Como ustedes saben y, por mi parte, he comentado en varias ocasiones, nuestro actual sistema económico-social gira, en todo el mundo -salvo en muy contadas ocasiones- alrededor del crecimiento económico. La evolución de este parámetro preocupa a todos los países y, como si de una carrera de coches se tratara, las actuales instituciones internacionales hacen sus pronósticos: "se prevé  que el próximo año se ralentizará en crecimiento económico de ...", "para que en este país tenga lugar un aumento del crecimiento económico es necesario que ...".  De forma resumida o concentrada, como corresponde a una píldora, ya he indicado lo que significa para el ciudadano de a pié la obsesión de su gobierno por no quedarse atrás en la carrera hacia el máximo aumento del crecimiento económico.

     Sin embargo, el crecimiento económico presenta una característica que merece una especial atención: ¿es posible un crecimiento ilimitado en un planeta, cualquier planeta habitado?

     Todos los planetas, ya sean solares o extrasolares, es decir, pertenezcan o no al Sistema Solar, se caracterizan por constituir sistemas cerrados, lo que supone que no pueden intercambiar con el exterior materia (recursos) -no se puede calificar de intercambio de materia el aterrizaje de un meteorito-, pero sí de energía que emite de forma continua y que, de la misma forma, recibe de la estrella alrededor de la cual orbita -sin esa energía, en ese planeta, no sería posible la vida.

     Si el planeta Tierra constituye un sistema cerrado, en su interior, ningún subsistema (por ejemplo, el económico) puede crecer indefinidamente. Expertos del propio campo económico han alertado largamente de este problema. El mismo Adam Smith (1723-1790), años después de escribir su libro Investigación sobre la naturaleza y causas de la riqueza de las naciones, indicó que esa riqueza tenía un límite.

     Dentro de todos los libros en que se aborda esta cuestión, merece destacarse el primero de los Informes del Club de Roma, Los límites del crecimiento, preparado por un reconocido grupo interdisciplinar del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) y publicado en 1972. En ese Informe, "los autores advertían, hace más de treinta años, de que la aceleración de nuestras actividades extractivas, unidas al avance del consumo, nos llevaría forzosamente a tropezar con las limitaciones del sistema. Se preveía, también, que, de no producirse cambios sustanciales en el rumbo que había tomado la humanidad, la calidad de vida media declinaría en algún momento a lo largo del siglo XXI". (María Novo, El desarrollo sostenible. Su dimensión ambiental y ética, pág. 111).

     En 1992, el Club de Roma publicó Más allá de los límites del crecimiento, en el que sus autores ponen de manifiesto que ya se habían rebasado ciertos límites. Y, en 1997, Factor 4. Duplicar el bienestar con la mitad de los recursos, un informe que debía suponer "un enorme paso adelante hacia un desarrollo económico compatible con la supervivencia del planeta". (Contraportada del libro)

jueves, 5 de enero de 2012

El fetiche del crecimiento

     El fetiche del crecimiento (1ª ed. año 2001) es el título de un libro de Clive Hamilton, director ejecutivo del Australian Institute, el gabinete de estudios australiano más importante para asuntos de interés público. Noam Chomsky, famoso lingüista, filósofo y activista estadounidense, ha indicado que es "un libro que se echaba en falta y que de de lleno en el clavo".

     Según el diccionario de la Real Academia Española (RAE), fetiche es un "ídolo u objeto de culto al que se atribuye poderes sobrenaturales, especialmente en los pueblos primitivos".

     Es interesante la precisión que hace la RAE: "especialmente en los pueblos primitivos".  John Sulston, premio Nobel y uno de los principales científicos responsables del Proyecto Genoma Humano público, en una ocasión, cuando un periodista le preguntó si sentía nostalgia de los años sesenta, dijo: "Nuestro comportamiento internacional es muy primitivo (el subrayado es mío), y esa es la razón de las grandes disparidades de riqueza y, en último término, del miedo y de la inseguridad en que vivimos".

     Nuestros políticos dicen estar preocupados por la posible ralentización del crecimiento económico, pero no indican si su aceleración puede hacer necesario sacrificar algo de desarrollo humano . Para Hamilton, este ídolo -el crecimiento económico- ocupa un lugar central entre los males de nuestra sociedad; e indica que necesitamos una nueva política del bienestar, una política que vaya más allá del crecimiento productivista y que aspire a "una sociedad en la que la gente pueda dedicarse a actividades capaces de mejorar su bienestar individual y colectivo". (p. 19)

     A este ídolo no le gusta la democracia: los gobiernos, a los que ha secuestrado, son sus sacerdotes y, éstos, en su nombre nos han engañado en muchas cosas; como botones de muestra, solo dos ejemplos:

     1. Como buenos sacerdotes, nos dijeron que era el único y verdadero dios, el único posible objeto de culto, pero la experiencia de los últimos años nos ha demostrado que no es verdad: hay alternativas.

     2. Nos dijeron que su ídolo será capaz de mejorar el el nivel de vida general. Hemos podido comprobar que no es verdad: no es verdad ni eso de "en general",   ni eso de "mejorar el nivel de vida", porque, entre otras cosas, no nos deja tiempo para pensar y ser nosotros mismos.

     De todas formas, el peor de los males al que conduce el culto a este ídolo es el menosprecio que muestra  hacia los recursos naturales.

     Sin embargo,  al punto a que hemos llegado, no es fácil -aunque no imposible- destronar a este ídolo: es necesario cambiar políticas económicas y maneras de hacer de los ciudadanos.

martes, 3 de enero de 2012

Desigualdades económicas

Según la OCDE, "el ingreso promedio del 10 por ciento de las personas más ricas representa nueve veces el del 10 por ciento de las más pobres (cifras citadas en http://periodismohumano.com/economia/cuando-los-ricos-se-hacen-mas-ricos.html)
La distancia entre ricos y pobres sigue aumentando en todo el mundo. Alguien (lamento no haber tomado nota de quién) ha escrito: "En un mismo país la renta per cápita de sus gentes puede llegar a tener un diferencial de 15 a 1, es decir, cuando un alto ejecutivo europeo obtiene de media quince mil euros en un mes, un trabajador con contratos precarios sucesivos no llega a los mil. ¿Hay quince veces más horas trabajadas por el primero? NO. ¿Hay quince veces más calidad en el trabajo del primero? NO. ¿Hay una producción real de bienes quince veces mayor como consecuencia del trabajo del primero? NO. ¿Hay siempre una formación quince veces más larga y más profunda? NO. ¿Hay quince veces más necesidades básicas en la vida del primero? NO".
Según los datos de Forbes 2011, las personas cuya fortuna supera los mil millones ha aumentado espectacularmente durante los dos últimos años de crisis: su fortuna conjunta se ha duplicado prácticamente.
Mientras, ¿qué ha pasado con las personas que conforman la capa más baja de la sociedad? En España, por ejemplo, según un editorial de la revista Temas para el debate (nº 2005 de diciembre de 2001) los ingresos medios anuales de los hogares españoles se vieron reducidos en 2010 en un 4,4 por ciento respecto al año anterior, lo que ha hecho que el porcentaje de españoles que vive por debajo del umbral de la pobreza haya ascendido, en 2010, hasta el 21,6 por ciento del total.  Según concreta el Instituto Nacional de Estadística, vivir por debajo del umbral de la pobreza supone contar con menos del 60 por ciento de la mediana (posición central de todos los datos ordenados) de los ingresos por persona del conjunto de la población; en concreto, en España, para un hogar que cuente con un solo adulto, el umbral de pobreza es de 7.533,3 euros. (Ahora se está hablando de salarios para jóvenes, incluso universitarios, de 400 euros/mes, es decir, 4.800 euros/año). 
     Debido a la forma cómo los gobiernos están llevando su política económica, se está creando un doble "círculo vicioso" de la pobreza y la exclusión social. Esta situación no solo tiene lugar en España: el los últimos años, la pobreza y la exclusión social están aumentando en todos los países occidentales. Ello supone un grave deterioro del desarrollo humano de la población y un desprecio a la dignidad de todo ser humano.
     El actual sistema económico-social no solo conduce a enormes desigualdades en el seno de los países occidentales y no occidentales; también es la causa de las enormes desigualdades económicas entre países.   Puesto que es un sistema injusto e inhumano ¿no es hora de revisar las bases en que se asienta?  Posibilidades y  propuestas hay; lo que hace falta son debates acerca de su contenido y forma de llevar a cabo los cambios.