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viernes, 2 de marzo de 2012

Propaganda

     Uno de los aspectos más criticados por los decrecentistas, en particular, y, en general, por todos los críticos del actual sistema económico-social, es el papel que en él juega la propaganda.

     Jeremy Rifkin, presidente de la Fundación Téndencias Económicas, en su libro El fin del trabajo. Nuevas tecnologías contra puestos de trabajo: el nacimiento de una nueva era, explica que el espectacular aumento de la productividad que tuvo lugar durante la Segunda Revolución Industrial, hizo que las empresas se planteasen la oportunidad de convencer a los trabajadores -al principio, un poco reacios-  a que compraran las cosas que producían. Con este objetivo, emprendieron una intensa campaña de propaganda, haciendo uso de los conocimientos que entonces tenían de psicología. (Ahora, aunque en fase experimental, se intenta aprovechar los conocimientos obtenidos en las nuevas neurociencias: está surgiendo  el 'neuromarketing').

     De esta forma, las empresas crearon necesidades que nada tienen que ver con las verdaderas necesidades del ser humano.

     El conocido humorista gráfico El Roto es autor de una viñeta con un único gran cartel en el que se puede leer: "Si no existiese publicidad, ¿cómo sabríais lo que deseáis?".

    Desde entonces, las empresas gastan en propaganda grandes cantidades de dinero. "Baste como ejemplo que la industria alimenticia gasta al año en torno a los 40.000 millones de dólares en publicidad. Una cifra superior al total de ingresos del 70% de los países del mundo y 500 veces más de la cantidad que todos los Estados juntos gastan en promover programas para convencer a la población de que siga una dieta sana", en lugar de la comida ofrecida por la industria: "comidas sobresaturadas de grasas o azúcares con abundante empleo de otras sustancias como hormonas de crecimiento rápido, antibióticos o estabilizantes, colorantes y saborizantes". (Son datos de 2008, extraídos de http://elpais.com/diario/2008/07/11/sociedad/1215727201_850215.html)

     En una de sus habituales columnas periodísticas, http://elpais.com/diario/2008/02/16/internacional/1203116409_850215.html,  el sociólogo José Vidal-Beneyto, que, entre otras cosas, fue director del Colegio de Altos Estudios Miguel Servet en París y Secretario General de la Agencia Europea para la Cultura, dependiente de la UNESCO, comentando el papel de la propaganda en los medios de comunicación, decía que "el marketing y sus técnicas no autorizan el asesinato ni pueden justificar las matanzas". Vidal- Beneyto ponía tres ejemplos de propaganda perniciosa:

     1. "La promovida por General Motor, Firestone y Standard Oil para acabar con los tranvías en las ciudades americanas y sustituir su transporte por autobuses y coches particulares. Con un éxito total".

     2. "La que tuvo como objetivo que las mujeres pudieran fumar en público, instada y pagada por American Tobacco, que en menos de 18 meses duplicó el uso del cigarrillo en EE. UU.".

     3. "La que puso en marcha la Oregonians Food and Shelter Association, oponiéndose a la limitación de los productos químicos en agricultura, que supuso desde el primer año para las sociedades Chevron Chemical, Dupont y Western Agricultural Chemicals un aumento del más del 80% de sus beneficios".

     Vidal-Beneyto terminaba esta colaboración escribiendo: "¿Cómo es posible, se preguntan Noam Chomsky y Edward S. Herman en  Manufacturing Consent, que un genocidio de tal magnitud haya quedado impune".

      No he visto que estos aspectos hayan sido mencionados de forma, explícita, por los decrecentistas, pero, sin duda, los critican, porque son incompatibles con su objetivo: un sistema económico-social adaptado a las características de los seres humanos y del planeta Tierra que habitan.  

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