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jueves, 30 de agosto de 2012

Desigualdad económica

     En una noticia en la que se comenta la desigualdad existente entre dos barrios de Madrid, Entrevías y El Viso -separados tan solo por unas cuantas estaciones de Metro-. Lo natural es pensar que la Comunidad estaría preocupada por este problema y, dentro del imperativo de reducir el gasto público, estaría pensando en cómo reducir esa desigualdad, aunque solo fuera por cumplir el artículo 1 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos: "Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros...".

     Sin embargo, según la noticia, en El Viso -el barrio rico- existe una escuela infantil con cuarenta años de experiencia y cuya matrícula asciende a 530 euros mensuales, y "la Comunidad ofrece a las familias que se decantan por la escuela infantil privada la posibilidad de recibir entre 100 y 160 euros mensuales, una ayuda con la que no cuentan los padres de los alumnos de guarderías públicas".

     Se está discutiendo una ayuda de 400 euros para algunos parados y se está negando la sanidad a algunas personas, y, al mismo tiempo, se da dinero a quienes no lo necesitan. ¿Por qué?

     La razón reside en que el dios supremo del sistema económico vigente es el "crecimiento económico", medido por el Producto Interior Bruto (PIB). Para que aumente este crecimiento económico deben aumentar las exportaciones y el consumo interno. Pero, ¿qué pueden consumir unas personas que apenas tienen para comer? Los únicos que pueden consumir -cosas inútiles- son los ricos; por eso hay que mimarles dándoles dinero.  Así razonan los que defienden el actual sistema económico -injusto, inhumano e insostenible-.

     Se argumenta, y así lo repiten una y otra vez nuestros dirigentes (no solo los españoles) que si el PIB aumenta, se resolverán todos nuestros problemas. Pero la experiencia ha demostrado que eso no ha sucedido nunca: hay países -no me parece oportuno dar nombres, aunque sí decir que se trata de un país calificado como rico y civilizado- cuyo PIB ha venido creciendo los últimos años y, sin embargo, en ellos no se ha reducido -al contrario, ha aumentado- la proporción de ciudadanos que no tienen seguro médico y para los cuales es muy difícil acceder a determinados niveles de educación.

     Está demostrado que las solas fuerzas del mercado conducen a una desigualdad radical. En palabras de Cass Sunstein, abogado y profesor universitario de Estados Unidos, "los mercados no acabarán nunca con las discriminaciones, pues son con mucha mayor frecuencia la causa del problema que su solución". (Free markets and social justice, Oxford Presss, 1947).

     Para corregir este hecho es necesario que los gobiernos apliquen adecuadas políticas de regulación, pero el sistema económico vigente exige que los gobiernos sigan las instrucciones de los "mercados", y esta exigencia se está haciendo realidad con la crisis, que está sustituyendo la democracia por el mercado y lo político por lo económico.

     En conclusión. Hay que conocer bien el actual sistema económico para modificar aquellas características que le hacen injusto, inhumano e insostenible. Se necesita una nueva economía global en la cual el crecimiento no solo sostenible, sino también que sus frutos se compartan de manera más justa. Es nuestra responsabilidad hacerlo con la máxima rapidez posible, por exigencia de millones de seres humanos -como nosotros- y por el planeta -que casi no resiste más-. No importa que, al principio, cometamos algunos errores.

martes, 28 de agosto de 2012

La responsabilidad y la culpa

     En 1993, cuando abrió sus puertas el Museo Internacional del Holocausto en Estados Unidos, el escritor y premio Nobel de la Paz Eliazer Wiesel afirmó que aquel museo era "una institución sobre la responsabilidad moral y la responsabilidad política". Según distintos observadores, Wiesel no se refería a la responsabilidad de los culpables concretos del desastre, sino a la responsabilidad de la ciudadanía ante el desastre. O dicho de otro modo, a las consecuencias derivadas de la ausencia de responsabilidad política en los ciudadanos, algo que, con anterioridad, había expuesto el eminente psiquiatra y filósofo alemán Karl Jarpers en la universidad de Heildelberg durante los meses de enero y febrero del semestre de invierno de 1945-1946 y que ha sido recogido en un texto titulado El problema de la culpa (editado en España en 1998).

     Karl Jaspers tuvo el inmenso valor de preguntarse en voz alta lo que casi todo el mundo mascullaba en sus adentros: "¿Eran todos los alemanes culpables de las atrocidades del régimen nazi?"  Es lógico pensar que el régimen de Hitler no podía haber funcionado con la voluntad de un individuo solo: la mayoría de la población debió colaborar con el mismo, unas veces de forma activa y otras pasiva. Después de la guerra, era corriente que la gente acusara a sus dirigentes de haberles llevado a hacer el mal mediante una especie de seducción demoniaca. Los alemanes no querían hablar de culpa, cuando ellos habían sufrido tremendos bombardeos, perdiendo sus seres más queridos y sus viviendas. Pero Jarpers creía en la necesidad de que Alemania realizase un examen de conciencia acerca de unos crímenes realizados con una planificación inhumana.

     Como psiquiatra y filósofo, Karl Jaspers distingue cuatro tipos de culpa: culpa criminal, moral, política y metafísica. Mientras que las tres primeras son personales e intransferibles -únicamente la culpa criminal atañe a los tribunales de justicia; en la culpa moral y política el acusador es uno mismo- la culpa metafísica puede ser colectiva y heredada. La culpa metafísica está relacionada con la responsabilidad. En palabras de Jaspers, "hay una solidaridad entre hombres como tales que hace a cada uno responsable de todo el agravio y de toda la injusticia del mundo, especialmente de los crímenes que suceden en su presencia o con su conocimiento.  Si no hago lo que pueda para impedirlos soy también culpable".

     Para Jaspers siempre existe la posibilidad de oposición y se dio escasamente entre los alemanes, que de una forma u otra se aprovecharon de las ventajas que les ofrecía el régimen, mientras sus vecinos judíos eran deportados ante sus ojos.

     Son unas precisiones -la sociedad en su conjunto también fue responsable- cuya actualidad sigue vigente. Y sobre las cuales será necesario volver a insistir. 

viernes, 24 de agosto de 2012

Desobediencia civil

     En la prensa se ha podido leer que más de 1.000 médicos se han declarado ya objetores a la ley que restringe la asistencia sanitaria a los emigrantes en situación irregular, porque contradice su código deontológico. Sin recurrir al código deontológico uno de esos médicos (perteneciente al sexo femenino), quizás recordando el artículo 3 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, ha dicho: "la salud es un derecho por el hecho de haber nacido. Que haya una parte de la población que no pueda acceder a ella, es indecente. Éticamente no podemos dejar de atender a nadie que lo necesite. Esta es la base de nuestra objeción".

      Se trata de un acto de desobediencia civil que, como tal, busca influir en los gobernantes y en la opinión pública. Según el diccionario de la RAE, la desobediencia civil es "la resistencia pacífica a las exigencias o mandato del poder establecido". El término desobediencia civil fue popularizado por el estadounidense Henry David Thoreau en su famoso ensayo Desobediencia civil (1849), en el que describe los principios básicos de la desobediencia civil que él mismo practicó.

     El objetivo de la desobediencia civil nunca es particular. Quienes incurren en desobediencia civil siempre lo hacen por motivos morales: consideran que las normas que rechazan son normas que repugnan su conciencia como ser humano. Se podría decir que la desobediencia civil es una expresión de responsabilidad personal por la injusticia.

     Como desobedientes ilustres, además de Henry David Thoreau en Estados Unidos -Thoreau se negó a colaborar con un Estado que mantenía el régimen de esclavitud y emprendía guerras injustificadas, en aquel caso contra México-, se pueden citar a Mahayma Gandhi en su campaña de resistencia contra la ocupación británica de la India -es famosa su frase: "Cuando la ley es injusta, lo correcto es desobedecer"-; Nelson Mandela en Sudáfrica en contra del apartheid; y Martin Luther King, líder del Movimiento por los Derechos Civiles, quien predicaba la transgresión pública de las leyes racistas impuestas en Estados Unidos contra los afroamericanos.

     En una sociedad democrática, para que un acto de desobediencia civil tenga éxito, es necesario que cuente con una mayoría, por esa razón Médicos del Mundo ha manifestado su solidaridad  a través de su campaña Derecho a curar y por eso se ha creado la web www.yosisanidaduniversal.net   donde se informa cómo se puede objetar.

     POSTDATA. Uno de nuestros dirigentes políticos criticó la actitud del personal sanitario diciendo: "No es cuestión de Humanidad o no, es una cuestión de presupuestos".  Hay que contestar que está confundido, pues los presupuestos se pueden hacer de otra forma, o bien negándose a que sea la sociedad la que pague los "errores"  del sector financiero o bien, en último caso, no haciendo caer todo el peso de la deuda sobre la parte más débil de la sociedad. En definitiva, "no es cuestión de presupuestos, es cuestión de Humanidad"

martes, 21 de agosto de 2012

Sanidad. Una mercancía (Continuación)

     Si la sanidad es una mercancía y de las mercancías se encarga la Organización Mundial de Comercio (OMC), conviene repasar, aunque solo sea muy brevemente, lo que esta organización dice acerca de este tipo de mercancías.

     En un informe que recoge el contenido de una reunión del consejo de servicios de la OMC, celebrada en1998, en la que se deliberó sobre la salud y los servicios sociales, se concluyó que estos sectores, a pesar de la "implicación sustancial" de los gobiernos (son servicios públicos de los que no se puede excluir a nadie, recogidos en, prácticamente, todas las Constituciones), no están fuera del alcance del Acuerdo General sobre el Comercio de Servicios (AGCS).

     El hecho de que la salud y los servicios sociales no estén fuera del alcance del AGCS supone que los gobiernos no deben aplicar exigencias de calificación y normativas técnicas que la OMC considere que constituyen "obstáculos innecesarios" al comercio. A este respecto, quizás convenga recordar la "recomendación del comité permanente de la OMC tres semanas antes de la catástrofe del Prestige para que se redujeran las regulaciones, consideradas excesivas, en materia de seguridad en el transporte marítimo".

     El ente competente para evitar que los países miembros caigan en la tentación de aplicar restricciones "más rigurosas de lo necesario para asegurar la calidad del servicio" es el consejo de comercio de servicios de la OMC.

     ¿Es pensar mal llegar a la conclusión de que lo que se indica en el informe del Banco Central Europeo (BCE) acerca de la exigencia a los gobiernos de "reformar el sistema judicial y regulatorio para hacerlo más favorable a los negocios" está relacionada con todo eso de "obstáculos innecesarios" y restricciones "más rigurosas de lo necesario"?

     En palabras de la politóloga francesa Susan George, "la normativa de cada país sobre calificación del personal, permisos necesarios para ejercer una determinada profesión y el resto de normas de obligado cumplimiento para la prestación de un servicio, pueden considerarse en la trituradora". (Pongamos la OMC en su sitio, ed. Icaria, 2002, pág. 69). Es lo que, en clave humorística, dijo El Roto en una viñeta en la que solo había un gran cártel-anuncio en el que se podía leer: "Se necesitan figurantes con bata para personal sanitario. Preguntar por el señor Privatizador". (10/02/2008).

     Como reflejo del deseo del mundo de los negocios de hacerse con la sanidad pública, en http://www.elmundo.es/elmundo/2012/07/18/espana/1342612594.html   se indica que el presidente del comité de Sanidad del Círculo de Empresarios, John de Zulueta, ha abogado por dar un "mayor hachazo" al sector sanitario español.

     En conclusión. Los ciudadanos debemos exigir a nuestros dirigentes que dejen de servir exclusivamente a los intereses de las grandes empresas.

domingo, 19 de agosto de 2012

La sanidad. Una mercancía

     Hace unos días comenté las consecuencias derivadas de considerar el trabajo como una mercancía. El concepto de mercancía, mediante la creación de los Organización Mundial de Comercio, se ha ampliado hasta términos que escapan a toda racionalidad.

     Con la excusa de la crisis, estamos empezando a sufrir las consecuencias de esa mentalidad, premisa del sistema económico al que continuamente estoy calificando de injusto, inhumano e insostenible . No hace muchos días, bajo el título "Avanzar al pasado: la sanidad como mercancía",  se publicó en la prensa un artículo, firmado por cuatro personas relacionadas con el mundo de la sanidad, una de ellas, Joan Benach, es profesor de Salud Pública y miembro de GREDS-EMCONET (UPF) y autor de un libro titulado La sanidad en venta (ed. Icaria).

     En ese artículo, se señala que "en una fase de estancamiento capitalista y reducción de beneficios la atención sanitaria era un lugar ideal para hacer negocios. El sector sanitario público se situó en el punto de mira de Gobiernos conservadores, instituciones sanitarias y grandes empresas (farmacéuticas, seguros, tecnológicas y sanitarias)". Y, en otro párrafo, se recuerda cómo "en 1987 y 1993, dos relevantes informes del Banco Mundial" plantearon "la necesidad de adoptar criterios mercantiles" en los servicios de sanidad.

     Más tarde, en 1995, se creó la Organización Mundial de Comercio (OMC) que, a través del Acuerdo General sobre el Comercio de Servicios (AGCS), "decretó" que los servicios públicos, incluidos el de sanidad, tenían que tratarse como mercancías. Hasta ahora, Europa ha conseguido escapar de esta "maldición":  desde 1978, los españoles tenemos derecho a que nuestra salud esté protegida, es decir, desde 1978 la salud de todos y cada uno de nosotros era responsabilidad del Estado.

     Pero ahora con los "errores" (consecuencia de su desregulación) cometidos por el sector financiero, el "mandato" del FMI y del BCE de que tales errores sean pagados por los ciudadanos y un predominio de Gobiernos conservadores, en España, la sanidad deja de ser responsabilidad del Estado. Según el Real Decreto Ley (RDL 16/2012, 20 de abril), la sanidad no será un derecho, sino una mercancía de la que sólo podrán disfrutar quienes tengan dinero para pagarla.

     Todo lo anterior, a pesar de que, en el artículo 43, 1 y 2 de la Constitución española, se reconoce el derecho a la protección de la salud y se indica que compete a los poderes públicos organizar y tutelar la salud pública a través de medidas preventivas y de las prestaciones y servicios sanitarios.

     Como decía la exministra de Sanidad Ángeles Amador, "la sanidad es un bien propio de cada individuo, que requiere para su realización efectiva de los poderes públicos. Está íntimamente relacionada con el derecho a la vida, cuya protección y tutela por el Estado no puede limitarse a que nos sea arrebatada sino que tenemos derecho a vivir sanos, a que nuestra existencia discurra en condiciones de calidad. (...)  La protección de la salud deviene así en un bien jurídico fundamental, vinculado a la libertad, a la dignidad y al libre desarrollo de la personalidad. Es decir, tenemos derecho a la protección de la salud por el hecho de ser personas. (...) La igualdad ante la salud es una conquista fundamental de nuestra sociedad. Y ha costado mucho llegar a ella".

                                                                                                                          CONTINUARÁ

miércoles, 15 de agosto de 2012

Regulación


     Continúo con el análisis de la exigencia del Banco Central Europeo (BCE) a los gobiernos para que reformen "el sistema judicial y regulatorio para hacerlo más favorable a los negocios". Hoy voy a centrarme en el aspecto "regulatorio", que, en atención a la RAE (Real Academia Española), voy a sustituir por "regulación".

     ¿Qué significa eso de que el sistema de regulación sea más favorable para los negocios? El significado está relacionado con las normas o acuerdos de la Organización Mundial de Comercio (OMC). La OMC no distingue dos productos por sus medios de obtención, es decir, no considera oportuno que un producto, obtenido atendiendo al medio ambiente y tratando a sus trabajadores como se merecen (no sometiéndoles a unas condiciones de trabajo cercanas a la esclavitud), sea tratado de forma distinta que otro producido sin tener en cuenta ni el medio ambiente ni los trabajadores.

     Esa no-distinción hace que  las empresas se trasladen hacia los países cuyo sistemas de regulación sean más lasos o no existan: Por esa razón, ha tenido lugar el proceso de deslocalización que tanto ha perjudicado a los países ricos como a los países pobres.

     Ante la falta de obstáculos por parte de la OMC, el cumplimiento de esa exigencia aumentará la competitividad de las empresas y, por consiguiente, permitirá el crecimiento económico del país. Otra vez,  el crecimiento económico. Considero oportuno apuntar que esa forma de buscar el crecimiento económico supone no tener en cuenta a las generaciones futuras y, en ocasiones, ni a la Declaración Universal de los Derechos Humanos.

     En la corta historia de la OMC -"programada en los acuerdos de Marraquech en 1994, que se instala en Ginebra en los locales del GATT para continuar y completar sus actividades, extendiendo su competencia más allá de los productos industriales y estableciendo un órgano para la resolución de conflictos y desavenencias cuyas decisiones son obligatorias"- existen muchos casos de resolución de conflictos o desavenencias surgidos por normas de regulación, establecidas en un país, y consideradas por la OMC obstáculos técnicos al comercio. Imposible citarlas en unas pocas líneas.

     No se trata de cuestionar el sistema de mercado, se trata de que funcione lo mejor posible, para lo cual son necesarias adecuados sistemas de regulación; lo demás es integrismo.    

     NOTA. El entrecomillado en el que se alude al nacimiento y características de la OMC pertenece a un artículo periodístico escrito por José Vidal-Beneyto que fue, entre otras cosas, catedrático de Sociología en la Universidad autónoma de Madrid, director del Colegio de Altos Estudios Europeos "Miguel de Servet" y secretario general de la Agencia Europea para la Cultura y el Consejo Mediterráneo de la Cultura, ambos dependientes de la UNESCO. De ese párrafo interesa subrayar la expresión "cuyas decisiones son obligatorias" por lo que supone de atentado a la democracia. El actual sistema económico, aunque hasta ahora no nos hayamos dado cuenta, es incompatible con la democracia.

lunes, 13 de agosto de 2012

El Banco Central Europeo y el sistema fiscal

     En el boletín del Banco Central Europeo (BCE), que mencioné en la entrada anterior, se recomienda a los gobiernos adoptar políticas "valientes" que lleven adelante una serie de refomas estructurales: una de ellas, ya comentada, es la relacionada con el desempleo, la otra se refiere al sistema judicial: se exige a los gobiernos "reformar el sistema judicial y regulatorio para hacerlo más favorable a los negocios".

     Para empezar se debe decir que la palabra "regulatorio" no aparece en el diccionario de la RAE, pero sí aparece el verbo "regular". "Regular" es, según ese diccionario, "ajustar, reglar o poner en orden una cosa (regular el tráfico); "ajustar el funcionamiento de un sistema a determinados fines"; "determinar las reglas o normas a que debe ajustarse una persona".

     Pero, volviendo al texto del citado boletín, ¿se está diciendo que el sistema judicial no debe ser el mismo para todos los ciudadanos?. ¿Por qué y en qué sentido el sistema judicial tiene que ser más favorable a los negocios?

     El origen de la recomendación del BCE se encuentra en los pilares en que se apoya el sistema económico y que hace que  ética y economía  incompatibles. Este sistema se apoya en el modelo sociológico de la "elección racional", según el cual, en las actividades de comprar y vender, el ser humano se comporta como una máquina de calcular. Fue fácil, mediante algoritmos más o menos sofisticados, deducir la marcha de la economía, que pasó a ser asimilada a las ciencias experimentales como la física y la química e hizo incompatibles ética y economía. La ética es cosa de los seres humanos, pero no de las leyes de la física y la química: no se puede castigar a Newton porque una piedra caiga de un tecjado y mate a una persona (ley de la gravedad).  Esa es la razón por la cual el BCE exige un diferente tratamiento judicial para los negocios.

     Todo ese montaje no era, sin duda, inocente: estaba estructurado para beneficiar a determinados sectores de la sociedad. Para favorecer al mundo de los negocios, el sistema ha convertido en mercancía  cualquier tipo de actividad humana.

     Por ahora, no se ha podido (querido)  cambiar nada, aunque, por una parte, se ha demostrado "matemáticamente" y por dos premios Nobel, que los mercados, que existen en la realidad, no cumplen ninguna de las condiciones previstas en la teoría, y, por otra, más tarde, que experimentos de la neurociencia demostraban, hasta la saciedad, que no es cierto que en las actividades de compra-venta el ser humano se comporte como una máquina de calcular.


     El BCE como buen fundamentalista del mercado enfoca los problemas desde la perspetiva y la ideología de la comunidad financiera. Quizás sea esa la razón por la cual ni siquiera se la ha "pasado por la cabeza" el que las leyes de la física y la química no son inmutables: si en la realidad se observa un comportamiento no previsto por la teoría, tiene lugar un cambio de esas leyes (Cambio de paradigma). Puesto que, durante los últimos años, se ha observado que no se cumplen ninguna de las promesas del sistema, lo que debe hacerse es cambiarlo en aquellas partes que impiden que sea más justo y acorde con las características del ser humano y el planeta que habita.

     De instituciones del calibre del FMI y el  BCE sería de esperar que dejasen la ideología a un lado y tuvieran en cuenta los últimos adelantos en materia económica y, sobre todo, no fueran insensibles a todo el sufrimiento que, innecesariamente, están causando.

     Es una lástima que tengamos que llegar a una crisis para que todos seamos conscientes de cómo funciona todo, cuales son las prioridades y dónde están las dianas.  

sábado, 11 de agosto de 2012

Mercado de trabajo

     En el boletín del Banco Central Europeo (BCE), correspondiente al mes de agosto en curso, se indican algunas cosas que conviene comentar. ¿Por qué? Porque no se puede cambiar lo que se desconoce, y es necesario -urgente- cambiar el actual sistema económico.

     Una de los temas mencionado en ese boletín es el relacionado con el empleo. El vigente sistema económico, y, por tanto, el que impone el BCE, ha convertido en mercancía toda actividad humana. En esa  línea ha establecido que el trabajo es una mercancía que se vende y se compra en el mercado como cualquier otra (por ejemplo, las patatas). Puesto que cuando una mercancía es abundante, su precio es bajo (ley de la oferta y demanda), los defensores del sistema afirman que el paro se podría eliminar si los trabajadores aceptasen salarios bajos. ¿Cuánto de bajos? No hay límite.

     En una de las noticias donde se informa del contenido de ese boletín se indica: "el BCE ha recomendado a los países que están sufriendo altas tasas de paro por los recortes de su gasto público una batería de medidas estructurales que incluyen reducir los salarios y las indemnizaciones por despido...".

     A eso hay que añadir algo más. Según el sistema, para que los mercados funcionen bien, no deben intervenir los gobiernos.  Por eso, el BCE "sugiere medidas como reducir el salario mínimo, relajar las leyes de protección laboral, permitir negociación laboral a nivel de empresa y abolir la interrelación entre salarios e inflación".

     Sin embargo, la realidad es que muchos los economistas que han demostrado que este tipo de consejos -más que consejos son obligaciones- ni tienen consistencia lógica ni han producido, en la práctica, los resultados que se anuncian. Son una falacia, como otras muchas, por ejemplo, las relacionadas con la alimentación o teoría de la filtración; falacias consecuencia del integrismo de mercado, una especie de dogma fatalista que nada tiene que ver con una buena economía, pero que los defensores del sistema sacan del baúl cuando les interesa. (Conviene recordar lo que, según el diccionario de la RAE significan integrismo y falacia).

     Concretamente, la insistencia del BCE en la rebaja de los costes laborales como solución al desempleo se ve desmentida por los datos. Los autores del libro Hay alternativas. Propuestas para crear empleo y bienestar social en España, los economistas Vicenç Navarro, Juan Torres López y Alberto Garzón Espinosa (prólogo de Noam Chomsky), indican que en Irlanda, pese a ser el país donde, según la OCDE, se han reducido más los costes laborales desde el principio de la crisis, la tasa de desempleo sigue por encima del 14%.

     Pero, a mi juicio, lo más importante de todo esto, es la premisa de partida, es decir, la consideración de que el trabajo es una mercancía. Los trabajadores no son una mercancía que conviene comprar al menor precio posible. Immanuel Kant, famoso filósofo alemán, dijo que "el ser humano es, ante todo, creador, nunca vasallo ni siervo". Porque tanto trabajadores, como accionistas y directivos son seres humanos, que participan en la misma empresa, hay que exigir una distribución equitativa de los beneficios económicos entre todos ellos.

   Da la sensación de que el actual sistema económico quiere retrocedes a la época de la esclavitud o de inicia de la industrialización en Inglaterra. 

NOTA. Los entrecomillados están extraídos de http://economia.elpais.com/economia/2012/08/09/actualidad/1344515265_718980.html.

domingo, 5 de agosto de 2012

Pablo Neruda. "Oda al aire"

     Como es domingo y, además, principios de agosto, me voy a limitar a transcribir unos versos de una obra del poeta chileno Pablo Neruda, como todos sabemos Premio Nobel de Literatura 1971: Oda al aire. A pesar de su título, en esta oda hay unos versos que se refieren al agua. Son los siguientes:

                                                   No sé quién eres, pero
                                                   una cosa te pido,
                                                   no te vendas.
                                                   El agua se vendió
                                                   y de las cañerías
                                                   en el desierto
                                                   he visto
                                                   terminarse las gotas
                                                   y el mundo pobre, el pueblo,
                                                   caminar con su sed
                                                   tambaleando en la arena