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domingo, 23 de agosto de 2015

Industria farmacéutica

     A cabo de leer en la prensa (El País, 20 de agosto último) que en Estados Unidos se ha aprobado "la primera viagra femenina".  Una buena ocasión para comentar algunas facetas de la actual industria farmacéutica
     Como en toda empresa, el único objeto de la industria farmacéutica es ganar dinero. En busca de las máximas ganancias posible, la industria farmacéutica ha prestado muy poca atención a las enfermedades de los países pobres y se ha centrado en los países ricos, cuyos ciudadanos pueden pagar precios más elevados.
     Sin embargo, los países ricos constituyen una pequeña proporción de la población de la Tierra y, además, en ellos la incidencia de la enfermedad es menor. Para resolver este problema, la industria farmacéutica se ha dedicado a "fabricar" enfermedades.
     Un reciente proceso de "fabricación" lo constituye "la primera viagra femenina", cuyo objetivo es, teóricamente, tratar el descenso de la líbido en las mujeres. Pero no cualquier caída del deseo sexual femenino, sino específicamente el "trastorno del deseo sexual hipoactivo en mujeres premenopáusicas", una disfunción sexual cuya existencia ponen en duda muchos expertos.
     Para hacer frente a esa disfunción, la mujer debe tomar este medicamento de forma diaria durante un largo período de tiempo y no solo justo antes de mantener una relación sexual. Todo lo anterior por una muy cuestionada eficacia para un dudoso trastorno del deseo sexual.
     Por añadidura, su uso debe ir acompañado de fuertes advertencias médicas -no se puede adquirir libremente en farmacias-, debido a sus posibles efectos secundarios, desde hipotensión hasta pérdida de conciencia.
     Peter C. Gotzsche, médico danés que ha trabajado durante treinta años en ensayos clínicos y regulación de medicamentos para varias farmacéuticas, en su libro Medicamentos que matan y crimen organizado. Cómo las grandes farmacéuticas han corrompido el sistema de salud, "afirma con rotundidad que la industria farmacéutica está corrompida hasta la médula, extorsiona a médicos y políticos y mantiene enormes beneficios a fuerza de medicar innecesariamente a la población". (Fuente: El Confidencial, 3 de noviembre de 2014).
     A pesar de la actual subordinación a un sistema económico-social para el cual los gobiernos no deben gobernar, sino solo obedecer a los mercados, cabe preguntar si sería mejor una investigación farmacológica pública.
     En un artículo periodístico, publicado en El País de 16 de noviembre de 2014, el Premio Nobel Joseph E. Stiglitz escribe: "..., lo que la crisis del ébola cuestiona es nuestra dependencia del sector privado para que haga cosas que los gobiernos llevan a cabo mejor. De hecho, parece que con más financiación pública una vacuna contra el ébola podría haberse desarrollado hace años".
     Unos meses antes, el 22 de junio de 2014, en el mismo periódico, Stiglitz había escrito: "Se tienen estudios que demuestran que la rentabilidad promedio de la economía que proviene de proyectos gubernamentales de investigación son, en los hechos, más elevada que los retornos promedio provenientes de los proyectos que se llevan a cabo en el sector privado, especialmente debido a que el Gobierno invierte con más énfasis en investigaciones básicas". Un fallo más del imperante sistema económico-social.
     Volviendo a la industria farmacéutica privada y su proceso de "fabricación" de enfermedades, conviene indicar que, según todos los estudiosos de este tema, "el consumo de medicamentos con receta es la tercera causa de muerte después de las enfermedades cardiovasculares y el cáncer".
 

2 comentarios:

Lorenzo Garrido dijo...

Las farmacéuticas son mafias.

Vicky Moreno dijo...

Mi trabajo en un hospital da cuenta de la veracidad de este artículo. He sido testigo de la época en que los visitadores médicos compraban voluntades e instaban al consumo de sus productos a los especialistas a golpe de regalos, pero también he comprobado cómo los laboratorios no publican ningún ensayo clínico que no dé los resultados esperados frente al producto de posible comercialización. Tomamos lo que dicen que es bueno, sin que se investigue sobre lo que no es rentable ni se mantengan productos que siguen sirviendo pero son sustituidos por otros con el mismo principio, pero mucho más caros, que nos venden como nuevos. Es, sin duda, un negocio. El lucro de un negocio no es algo ilícito, pero sí lo es la falta de ética y más cuando está en juego nuestra salud.