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martes, 11 de julio de 2017

Naciones y cambio climático



El cambio climático, debido a la concentración, en la atmósfera, de gases de invernadero, es un problema mundial de extrema importancia. Este fenómeno conduce a una elevación de la temperatura de la superficie de la tierra y de los océanos, lo cual tiene numerosas y  muy complejas consecuencias sobre otros aspectos del clima: precipitaciones, tormentas, disponibilidad de agua potable,  desaparición de especies animales, aumento de la transmisión de enfermedades, etcétera.

Los especialistas no se casan de repetir que si no hay un cambio radical por parte de la comunidad internacional, el cambio climático puede poner en peligro, desastrosa y perennemente, el bienestar de las futuras generaciones.
Muy importante es tomar conciencia de que el cambio climático es debido a la acción humana y, por tanto, solo el ser humano puede corregirlo. Jean Tirole, Premio Nobel de Economía 2015, en el capítulo “El desafío climático” (2017: 217-252),  de su libro  La economía de bien común, señala “a pesar de la acumulación de pruebas científicas sobre el papel de la especie humana en el cambio climático, la movilización internacional sobre este tema es, en la práctica, decepcionante”.
   En el mismo capítulo, este economista indica que “en economía, el cambio climático se presenta como un problema de bien común”.  A este respecto, conviene recordar que son bienes comunes de la humanidad aquellos bienes -algunos de ellos recursos naturales renovables- de los que podemos disfrutar todos, incluso las generaciones venideras, pero que, sin embargo, no pertenecen a nadie. El aire es un bien común, lo mismo que el agua, los recursos marinos, las semillas, la belleza de un paisaje, el conocimiento, etc. También conviene recordar quepara el actual sistema económico-social, estos bienes son una mercancía.
En el capítulo citado, Tirole analiza las razones del fracaso de todos los intentos realizados para hacer frente al cambio climático a través de protocolos o acuerdos entre naciones soberanas. Señala que “se trata de un importante problema mundial que se ha demostrado que no puede ser resuelto en el marco de las naciones-Estado”.
En 1968, en la revista Science, el biólogo Garret Hardin publicó un ensayo, La tragedia de los comunes, citado por Jean Tirole, en el que pone de manifiesto que la forma de gestión de los bienes comunes, que propugnan los fundamentalistas del libre mercado no es la adecuada, porque conduce al agotamiento de esos bienes, en este caso, destrucción del hábitat, en la actualidad ocupado por la especie humana. Tirole cita también los estudios de la economista  Premio Nobel de Economía 2009, Elinor Ostrom, estudios que le permitieron diseñar la forma correcta de gestión de los bienes comunes. No sé cuál es la razón por la cual este economista indica que ese modo de gestión no es posible en el caso del cambio climático.
Según Tirole, ”puesto que “los países encontrarán siempre un montón de excelentes excusas para no respetar sus compromisos” propone acudir a la OMC o al FMI, aunque señala “que quede bien claro que soy consciente del riesgo de daños colaterales que puede entrañar vincular una política climática a unas instituciones internacionales que, mal que bien, funcionan” (2017:250).
Me pregunto: ¿Por qué Tirole no piensa en la posibilidad de hacer uso de la inteligencia colectiva y de globalizar la democracia? Atribuyo este fallo a una excesiva especialización, fenómeno puesto de manifiesto hace años.
Para terminar, recuerdo las siguientes expresiones de Federico Mayor Zaragoza, en defensa de un gobierno mundial realmente democrático: “Nadie tiene derecho a arrogarse el destino común, todo está por hacer y todo es posible”; “El dominio de los pocos sobre los muchos ha concluido”; “Solo juntos, aunque muy diversos, podremos cambiar el curso de los acontecimientos”.

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