El contenido de este blog se ha cedido al dominio público: puede ser copiado, parcial o totalmente, sin previo permiso de la autora.


miércoles, 13 de septiembre de 2017

Maldad o locura



Hace unos años, una generación de ciudadanos, en su mayoría mexicanos, pasaron ilegalmente a Estados Unidos, no por capricho, sino en busca de una vida mejor para ellos y sus hijos. Estos niños que carecían de ”papeles”, crecieron sintiéndose estadounidenses; aprendieron el idioma y  las costumbres de Estados Unidos. En palabras de Ana Merino “Los que sueñan” El País, 11 de septiembre de 2017), “los ochocientos mil niños que ahora son jóvenes estudiosos y que enriquecen a la universidades, a las comunidades, a los vecindarios, a las ciudades y a los pueblos, se han convertido en su –del actual presidente de Estados Unidos-  nueva obsesión de nombre  enrabietado. Sus impulsos personales, su rivalidad y sus complejos, van a arruinar la vida de personas inocentes”.    
“Eran niños, niños que no pudieron decidir. Niños protegidos  por la Convención de los Derechos del Niño que no pueden ser ahora castigados o discriminados por causa de la condición  actividades de sus padres”.
En estos momentos, la policía estadounidense tiene a todos estos, antes, niños, tan localizados como los nazis tenían identificados a los judíos -personas inocentes que nada malo habían hecho y no tenían la culpa de ser judíos-, indica Antonio Navalón (“El fin de Norteamérica”, El País, 11 de septiembre de 2017).
Quiero unir mi voz, muy pequeña, a la de todos aquellos que han protestado y están protestando, sea cual sea su lugar de nacimiento. Como dice Karl Jaspers en El problema de la culpa, si no hago nada yo también seré culpable, lo mismo que lo fueron los alemanes que no hicieron nada para evitar la muerte de los judios. Por suerte, en este caso, según Navalón, se cuenta con el apoyo de algunas grandes empresas: Facebook y Apple. 

No hay comentarios: