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jueves, 2 de noviembre de 2017

Desechos eléctricos y electrónicos



Para la fabricación de cualquier producto son necesarias materias primas, recursos naturales. Además, puesto que la materia, como todo el mundo sabe, ni se crea ni se destruye, solo se transforma,  al terminar la vida útil del producto fabricado, se obtiene un desecho, que en el caso de los aparatos eléctricos y electrónicos (frigoríficos, televisores, microondas, teléfonos, reproductores de música, equipos de iluminación, juguetes, etc.) es extremadamente peligroso. En esos residuos, junto con materiales reciclables se encuentran sustancias contaminantes como plomo, mercurio, arsénico cadmio y cromo hexavalente, que poseen gran capacidad para dañar el medio ambiente y afectar a la salud de la población. He leído que un tubo de rayos catódicos de un televisor puede contaminar hasta cuarenta millones de litros de agua.
Las empresas  de este sector, que obtienen elevadas ganancias en la producción y venta de estos aparatos, no adquieren ninguna responsabilidad. Cada año, cientos de miles de ordenadores y teléfonos son tirados a vertederos. Miles más, como se indica en el artículo publicado en El País del 15 de octubre de 2017, son exportados ,a menudo, ilegalmente, por Europa, EE. UU,, Japón y otros países industrializados, a Asia y África, donde los trabajadores, que desmantelan estos residuos -algunos niños y niñas- no disponen de la tecnología adecuada y se exponen a un cóctel de sustancias químicas tóxicas.  Se trata de una situación insostenible a juicio de cualquiera con algo de sentido común.
¿Y si los teléfonos móviles estuvieran hechos para durar? ¿Y si pudiéramos desmontarlos o cambiar sus componentes, sin necesidad de varitas mágicas? ¿Y si tuviéramos garantías de que los minerales usados proceden de zonas libres de conflicto y no han sido extraídos en condiciones de esclavitud? ¿Y si encima fueran reciclables?
Es hora de que el sector tecnológico utilice sus conocimientos para reinventar la forma en que los productos tecnológicos se producen y utilicen en nuestra sociedad, fabricando unos aparatos duraderos, reparables, fabricados con energías renovables y reciclables.  Es decir, de acuerdo con las características del planeta Tierra en que vivimos y deberán vivir nuestros descendientes.
Los ciudadanos hemos empezado a aprovechar la innovación tecnológica colaborando, compartiendo ideas y soluciones que permitan superar los mayores retos a los que se enfrenta la Humanidad. Existen plataformas colaborativas, empresas sociales, organizaciones no gubernamentales, …que aprovechan lo mejor que se puede los recursos que existen en la nave espacial Tierra. Un ejemplo, en el caso de los teléfonos móviles, lo constituye la empresa social Fairphone, fundada en 2013. Fabien Hühne, portavoz de esta empresa indica: “llegamos a la conclusión de que la mejor manera de  influir en la industria era formando parte de ella. "Nuestro objetivo es precisamente que otras compañías nos copien, que ahorren recursos y que diseñen productos duraderos. Nosotros solos no vamos a poder resolver los grandes problemas generados por la industria de la electrónica: necesitamos que otros se suban a bordo".
Como consumidores, en Internet podemos encontrar información sobre las distintas empresas, por ejemplo, la Guía de la Electrónica Verde de Greenpeace lleva más de una década pasando revista a este sector, uno de los que más resiste a entrar en la dinámica de las tres "R" (reducir, reutilizar, reciclar).
Urge poner fin a las actuales crisis ecológica y crisis de valores (cambio de mentalidad) en que nos encontramos.

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